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LOURDES GIL EN LA MEMORIA

La muerte de la poeta cubana Lourdes Gil (La Habana, 1950 – Nueva York, 2023) me ha golpeado de manera rotunda. Falleció el pasado domingo 16 de abril en la Gran Manzana.

La conocí -personalmente-  en Nueva York, durante mi asistencia al evento OUTSIDE CUBA en Rutgers University (1989) y la posterior participación de Betania en la Feria del Libro Latinoamericano (1990 y 1991) organizada por la Universidad de Nueva York; aunque hacía años que nos escribíamos, quizás desde finales de la década de los años 70. Además,  recibía con puntualidad las revistas literarias cubanas Románica y Lyra, (fundada y dirigida por Lourdes y su inseparable amiga Iraida Iturralde) de las que era asiduo lector.

Desde entonces, han sido muchos años de amistad y de admiración, de mutuos proyectos literarios; siendo Lourdes una de las primeras poetas cubanas que publicaron en Betania.

En 1989, nuestra casa editora publicó su poemario Blanca Aldaba Preludia y  seleccioné poemas suyos para varios proyectos antológicos de mi autoría, como: Poetas Cubanos en Nueva York (1988) con prólogo del profesor José Olivio Jiménez, la antología bilingüe (Español/Inglés) Poetas cubanas en Nueva York / Cuban Women Poets in New York (1991) con prólogo de Perla Rozencvaig,  Poesía Cubana: La Isla Entera (1995) en colaboración con Bladimir Zamora y la antología crítica Indómitas al sol. Cinco poetas cubanas de Nueva York (2011) con prólogo de Odette Alonso Yodú y ensayos de Elena M. Martínez, Perla Rozencvaig y Mabel Cuesta, en coedición con el Centro Cultural Cubano de Nueva York.

Como un sencillo homenaje a su memoria, y a su obra poética, ofrecemos unos breves versos de su cosecha.

3 poemas de Lourdes Gil

Los escribanos (su oficio)

Primero yacen.
Luego se yerguen, inguinales.
Sobre eslabones incendiarios saltan
tocan, mas sus plantas esquivan los rescoldos.
No se entregan.
Componen el ritual sombrío y milenario
desde sus ojos de ciruela
tienden el pálpito en la horma.
Ellos son otros.
Para sí y para otros producen alfabetos
de punzadura cuneiforme en Braille.
¿Quién los lee?
La noche los sorprende siempre apretados a la tierra
laminando hirvientes de corojos
las palabras.
Añaden nudo sobre nudo al corazón
y van escalonando perdices enjugadas
en vino aromático a clavo y canela.
Finalmente
posan junto a la herética panoplia de sus versos
desprendidos de bolso y cabellera
como lo exige la tonsura.
Adosan los salobres lagrimales
desnudos ante la soldadesca
esa hostil esgrimadora de panojas.
Más todo lo devora un píloro secreto:
La Parusía, que engulle el escenario
las metáforas, las brevas
y disipa
la vorágine rotativa de la Tierra.

Finisterre

Quería preguntarte
si existen túneles entre las estrellas
si en tu noche total hay lapsos que engullen los relámpagos
si ves tábanos de luz.

Quería decirte que amanece
aunque te has ido
y que el asta violeta de Amaltea
hiere mi lengua embadurnándola
de mosto, sal caliente, hambre de dos.

Quería preguntarte, sobre todo,
si te alcanzó el diluvio de las piedras
el caos febril, la despedida,
la locura de Pound que ambos supimos era falsa.
Quería saber si tus oídos
abren su vuelo ante la curvatura del espacio
si alguna música te llega (Bach más que nada)
si te perturba el anillamiento de las aves.

Quería preguntarte tantas cosas.
Si sabes que el amor imita tus delirios
trastorna el orden de la vida, sus deleites
y en vano enciende cábalas y pozos y simientes.

Quería, finalmente, preguntarte
cómo haces
para que siempre seduzcan verbo y poesía
si desde donde ahora en libertad padeces
ver cómo se desliza tu barro incandescente
por las cálidas combas de mis manos.

La extranjera

a Amalia Peláez
y a Carmen, por supuesto.

Cada día se asoma a su jardín
de pájaros y helechos,
ensarta el reino
de lo visible a lo invisible.
Cada día fosforecen las ausencias
la ciudad se hace más dulce y mas distante.
Cada día es invierno y primavera
cada día es guerra y pacto venturoso.
Más allá del patio y los vitrales
trituran su mural.
Cada día Amelia se sumerge
en el raído mimbre de su silla.
Allá afuera
llueve a torrentes y triunfan las urracas.


Con la muerte de Lourdes Gil, otro poeta cubano muere en el exilio, lejos de la patria. Este año cumplía sus 62 años de destierro…

DESCANSA EN PAZ, amiga Lourdes…

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Lourdes Gil (1951-2023). Poeta, escritora y profesora cubana. Salió de Cuba en 1961 a los once años de edad.  Estudió Lengua y Literatura Hispánica en la Universidad de Fordham, en la Universidad Complutense de Madrid y en New York University, donde se doctoró   Codirigió (junto a Iraida Iturralde) las revistas literarias Románica (1975-1982) y Lyra (1987-1990).
Obtuvo dos veces la Beca Cintas (1979 y 1991). Desde 2001 perteneció a la Junta Directiva del Centro Cultural Cubano de Nueva York, donde dirigió los Programa de Literatura y de Estudios Martianos.  Durante años fue profesora en Baruch College.

Poesía: Neumas (1977), Manuscrito de la niña ausente (1980) Vencido el fuego de la especie (1983), Blanca aldaba preludia (1989), Empieza la ciudad (1993), El cerco de las transfiguraciones (1996) y Anima vagula (2014).

Ensayo: Paisaje extrainsular, Bipolaridad de la cultura cubana. Ponencias del Primer Encuentro de Escritores de dentro y fuera de Cuba (Suecia, 1994) y Viajes por las zonas templadas: arte y literatura cubanos de la extrainsularidad (inédito).

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Con sumo placer, presentamos la antología poética El polvo del torbellino (Betania, 2023) del escritor cubano Rafael Bordao, residente en Miami.

En este tomo, se reúnen 50 poemas de sus siete poemarios publicados, desde 1986 al 2000, seleccionados por el propio poeta.

Como antesala a sus versos, el poeta y profesor hispano-norteamericano Louis Bourne nos brinda un enjundioso y documentado prólogo que enriquecen esta entrega.

Como muestra del buen quehacer lírico de Rafael Bordao ofrecemos a nuestros lectores cuatro poemas incluidos en esta antología:

Días como éstos

A José Olivio Jiménez

Tan alto es este día
que caigo desde él
precipitado y tonto
como una pera cansada.
Estos días gravitan
como nubes de auras;
alfileres de distancias
me perforan la piel.
Días como éstos; desgañitándome
entre las calles sordas,
sin paz, sin aviso de Dios,
bebiendo Coca-Cola
desenfrenadamente
y mi vieja oración sin alas
trepando los rascacielos fríos
sin tokens (*)
esputando el Marxismo
contra la acera más dura,
disponible como una cebolla
en un restaurante chino,
a bolina la infancia
como un papalote
acasi en los confines de la soledad
como un trapecista sin público,
sintiendo que la patria fluye
como un desbordamiento misterioso,
en un vetusto y tolerante
parque de New York.

Riverside, N.U., 1983.
(*) Ficha métalica que se usa para entrar en los subways.

Las heridas del Hudson
Tirado sobre las piedras incomprendidas
que marginan al río Hudson,
sobre esos reproches endurecidos
que han desairado las aguas,
veo pasar un cortejo silencioso y laxo,
turbios despojos de condones
que han perdido la emoción y el encanto
(la magia y el elogio de su estreno),
luego de haber sido despoblados
por los aficionados a la carnalidad;
condones que ondulan sobrios e inapetentes
sin ninguna continencia, desgobernados,
lentamente exhiben su hundimiento,
su evasión del falo,
menospreciando la gloria que contuvieron,
el esplendor del fuego derretido,
su blanco diluvio de erudición
que ostentó el triunfo más largo;
condones que sobrenadan adelgazados
en estas aguas desleales
que han vomitado los peces.

New York City, agosto, 1990.

Memorias del Niágara
Aguas capitales y turbulentas
que no callan sus nervios al que presiente
su afinidad secreta de romperse
en cada instante de cada vuelta
sangrando el epitelio de las horas;
aguas que desmontaron sus brazos
para desmoronarse en la boca del enigma
y poseídas por una combustión clandestina
derraman sus profusos bienes
ante los puntales ojos del testigo;

aguas resueltas y desolladas
que le dejan al público su último reclamo
su atávico ronquido de embestir los escollos
su difusa y remolcada efervescencia
de vertiente y esencial vocabulario;
aguas trémulas y precipitadas
que perdieron el juicio y la conciencia
y se inundaron de intranquilas torceduras
a fuerza de evadirse y de arrojarse
a la vetusta sed del precipicio;
aguas que fueron deportadas
y heredaron el divorcio y el grito;
pero se prolongaron en la boda
y se enfurecieron y se desnudaron
antes de recibir el nupcial empujón;
aguas que no se salvarán del abandono,
ni de la agitación ni del tajo
y a fuerza de impetuosas aventuras
se abren paso entre la sucesiva indolencia
de las piedras y los golpazos.

aguas que no se cicatrizan
por su tenaz inmigración entre las rocas
en donde dejan sus fulgurantes disputas
sus galopantes colmillos diluvianos
que se derriten desahuciados en la intemperie absoluta;
aguas atávicas y rotas
que desconfían del tatuaje de las fotos
y se escapan de los andróginos retratos
donde la eternidad filtra su tinta
tan sólo para quedarse con nosotros;

aguas pasajeras y estentóreas
que le devuelven los aplausos al viajero
que se detiene a mirar el delictivo derrame
la demencia que resplandece y se desploma
en su desaforado y ágil caudal;
aguas gnómicas y letíficas
que se bebieron de un trago las palabras
cuyas goteras de peces lesionados
se atropellaron en la garganta del testigo
agazapado entre escombros de iluminación;

aguas indomables y elocuentes
que transforman la escritura del naufragio
en un ballet de anfibios glugluteos
por donde fluyen lívidos heliotropos
ahogados en el torneo de la fama;
aguas que prefirieron dar el salto duradero y nutricio
y echar las entrañas apasionadamente
en la ebriedad donde vagabundean los pájaros
que le arrancan al chorro ininterrumpido y ufano
los coágulos indefensos de gluglú.

Cabble Hills, N.Y,m enero 11, 1992.

Oración para desaislarse
A Laura
Oremos hermanos
por lo que han llenado
de piedras los bolsillos
y sus puños aún los mantienen cerrados,
por aquellos que a fuerza de no amar
no han sido amados
y se hunden pedregosos
frente a las costas del cariño.

Oremos por los que piensan
que el amor no existe
y arruinan la inocencia
con severas velocidades;
oremos
por los que se emperran
en la amargura
y dan el golpe contundente.

Oremos hermanos
por los que se descosen
y se extravían
en las descoloridas inexactitudes,
por los niños que desaparecen
y olvidan sus brevísimos zapatos
en nuestros ojos.

Oremos por los que no serán felices
y no llegarán a ser como pensaron;
oremos
por el que huye de su propia imagen
y se convierte en un errante despojo
que lanza su clandestino corazón
al polvo de las calles.

Oremos hermanos
por lo que sólo piensan en la usura
el maquillaje y el fondillo;
oremos
por los que jamás se despidieron,
porque serán devueltos algún día
con sus corazones enlutados.

Oremos
para que vivamos en una sola patria
«con todos y para el bien de todos»
sin desvalorizarnos mutuamente;

oremos
para que no exista la censura
ni la maledicencia ni el castigo
y nunca falte en las casas desayuno,
para que no haya fatales despedidas
ni ahogados clandestinos
que escandalicen las playas;

oremos hermanos
para que en un abrazo universal e infinito
cese la flotilla de las gotas
que se fugan del pecho,
esas balsas caseras
en donde emigran las letras
de todo nuestro alfabeto.

Manhattan, N.Y,, 1987.
Brooklyn, N.Y,, 1994.


La ilustración de la portada es obra del pintor Julio J. Bordas y las interiores de David Vela, Belkis Cuza-Malé y del ya mencionado Bordas.

Esta antología se puede leer y descargar de forma gratuita en nuestro blog EBETANIA en una de las ventanas ebook, pinchando en el título de este libro o en este ENLACE:

https://ebetania.wordpress.com/wp-content/uploads/2023/04/el-polvo-del-torbellino_ebook.pdf

Rafael Bordao (La Habana, 1951). Poeta y escritor cubano. Fue expulsado de la Universidad de La Habana (1969-1970) por «diversionismo ideológico». Salió de Cuba en 1980 por el puerto de El Mariel y, desde ese año, residió en Nueva York; donde ejerció durante años la docencia universitaria. Actualmente, ya jubilado, reside en Miami.

Obtuvo dos Maestrías y un Doctorado en la Universidad de Columbia de Nueva York.
Como editor, fundó la casa editora ARCAS y dirigió las revistas literarias La Nuez  (1988-1993 ) y Sinalefa (2002-2014), ambas en la Gran Manzana. Fue secretario de la Academia Iberoamericana de Poesía (capítulo de Nueva York).

Autor de siete poemarios: Proyectura (1986), Acrobacia del abandono (1988), El libro de las interferencias (1995), Escurrideras de la soledad (1995), El lenguaje del ausente (1998), Propinas para la libertad (1998) y Los descoloridos labios del silencio (2002). Publicó el libro de ensayo La revolución de Castro. Un aborto perfumado (Colombia, 1999) y su Tesis Doctoral (Columbia University) La sátira, a ironía y el carnaval literario en Leprosorio (Trilogía poética) de Reinaldo Arenas (EE UU, 2002).
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El polvo del torbellino de Rafael Bordao.
Prólogo de Louis Bourne.
2023, 116 pp. Colección Antologías.
ISBN: 978-84-8017-449-7.
Ebook gratuito.

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