Presentamos el libro de ensayo La Cuba del siglo XIX. Primeros pasos políticos hacia la independencia de España. (Desde las primeras manifestaciones de nacionalidad a la Guerra de los Diez Años) de la escritora española Inés Ceballos Fernández de Córdoba.

En las páginas iniciales de esta obra, su autora nos sintetiza su intenso trabajo investigador que culmina en este texto, como nos señala en el Prólogo:

«El objetivo central de este ensayo es hacer un recorrido por la «Reina de las Antillas» durante la primera mitad del siglo XIX y estudiar el poder omnímodo de los Capitanes Generales y la consideración de la isla de Cuba como una colonia, privada del acceso a las instituciones.

La idea principal es demostrar cómo en la década de los treinta un grupo de pensadores criollos, siguiendo las peticiones para España de sus antecesores, formados en el habanero Seminario de San Carlos, y viendo el desarrollo económico que se producía en la isla con la explotación de ingenios y cafetales, gestó una corriente de pensamiento de tipo reformista con el ánimo de que los criollos pudieran participar, como el resto de provincias españolas, en la toma de decisiones políticas y custodiar en la isla dos ingredientes de difícil ensamblaje: la emoción del patriotismo de antaño -que les vinculaba a la metrópoli- unido a nuevos anhelos de libertad que reclamaban mayor participación en los asuntos políticos que atañían a España.

Ya, desde el siglo XVIII, los terratenientes criollos habían hecho reclamaciones al gobierno español solicitando de la metrópoli ciertos cambios políticos y económicos en beneficio de la isla de Cuba. Entre las peticiones de este grupo de criollos blancos estaba la posibilidad de ocupar cargos públicos de representación y poder participar, de este modo, en la toma de decisiones políticas de la península como el resto de los españoles peninsulares. Querían ser tratados como provincia y no como una colonia subordinada a los intereses económicos de la metrópoli.

Por otro lado, en los círculos intelectuales habaneros prevalecían entre sus componentes las luces reformistas ilustradas traídas de Europa. Este grupo de pensadores, iría mostrando su pensamiento liberal y sorteando la censura del régimen colonial a través de sus escritos para hacer una elevada acusación contra el régimen despótico de los Capitanes Generales en Cuba.

Durante la década de los treinta hubo un despliegue floreciente del periodismo y del costumbrismo literario cubano que se tradujo en un «fresco animado de la vida colonial, el espectáculo de una sociedad acomodada que se apoya en el trabajo esclavo, en el sufrimiento y humillación de miles de hombres». Poco a poco surgían nuevos periódicos, se convocaban tertulias a escondidas de las autoridades, se intercambiaban misivas y se celebraban reuniones de las sociedades patrióticas con el ánimo de exacerbar sus reivindicaciones. Las cartas que se intercambiaban los intelectuales habaneros, muchas de ellas bajo seudónimo, eran siempre contra la trata y críticas con la actitud despótica del gobierno.  En la sociedad cubana había una dicotomía entre la vida del campo y la vida en la ciudad: cada vez generaba más rechazo el contraste entre el desarrollo de las principales ciudades, unido en sus costas a la silueta «infame»  de los barcos de esclavos que se aproximaban a Cuba, su llegada a puerto y las pésimas condiciones en las que vivían los negros en los barracones de los ingenios, a pesar de ser la mano de obra esclava la principal fuente de riqueza de la isla que se ocultaba a los ojos del mundo.

La cuestión de la esclavitud era sumamente delicada para todos los habitantes de la isla. A pesar de que esos intelectuales criollos tenían una posición claramente reformista, eran defensores de un nuevo patriotismo y condenaban la trata negrera, muchos de ellos guardaban relaciones cercanas con los hacendados y sus familias, es decir que estaban comprometidos de algún modo con los intereses esclavistas. Al elegir los intelectuales criollos el tema de la esclavitud para moralizar con sus escritos, la censura les dejaba poco espacio de expresión, por lo que o hacían denuncia solapada en sus artículos o muchos de sus escritos o novelas acababan durmiendo en los cajones sin llegar a publicarse. Había muchos peninsulares, hijos de españoles, afines al gobierno de España, pero seguían siendo cada vez más los criollos los que enarbolaban una nueva clase social, poseedores de ideas reformistas y deseosos de participar de la vida pública, acabar con la trata negrera y fomentar la inmigración de colonos blancos, entre otras cosas para recuperar la paz en la isla, donde el número de negros no hacía sino que aumentar cada vez más poniendo en peligro la tranqulidad de sus habitantes.

Aunque los reformistas rechazan a priori cualquier forma de lucha violenta contra el colonialismo español, aquella actitud hostil y reticente del gobierno de España contrario a la participación de la nueva clase criolla reformista en la toma de decisiones -entre otras cosas por el mestizaje y la segregación racial existente en la isla- fue una provocación que condujo inexorablemente  a caldear los ánimos de segregación entre la población de la isla y buscar sus habitantes vías menos pacíficas. En este proyecto conspirativo, este grupo de intelectuales iba a estar respaldado por los emisarios ingleses que acudían a la isla para labores de vigilancia de la trata de esclavos y que veían con buenos ojos que se produjera cuanto antes el fin de la esclavitud en las colonias. Hasta entonces, los criollos acaudalados habían acatado órdenes de los Capitanes Generales y se habían mostrado afines al régimen tradicional que les exigía fidelidad a la Corona española.

El punto álgido del enfrentamiento entre peninsulares y reformistas se produjo en 1837, a raíz de la expulsión de los diputados de Cuba y Puerto Rico de toda posibilidad de representación en las Cortes españolas. La exclusión de los tres diputados cubanos produjo un giro importante en las conciencias de los terratenientes cubanos que empezaron a ver con escepticismo la posibilidad de que algún día la metrópoli concediera reformas que a medio y largo plazo llegaran a favorecer sus intereses. En realidad, había llegado la hora de alzar su propio vuelo.

Los principales intelectuales criollos,  entre los que se encontraban Domingo del Monte, Jose de la Luz y Caballero, y José Antonio Saco, comenzaron a generar a través de sus tertulias y contactos con el exterior, una corriente de pensamiento separatista y divergente con respecto al régimen de Capitanía General instaurado por España. Estos pensadores reformistas, con el único ánimo de defender la incipiente identidad nacional cubana, buscaban impulsar entre los blancos criollos la conciencia de una nueva nación emergente, una moderna nación cubana que debía ante todo defender sus principales fuentes de riqueza y preservar su identidad como nación si quería sobrevivir en el tiempo como patria y no depender de la metrópoli para su supervivencia. «Si Cuba fuera una de las muchas islas que por su pequeñez, esterilidad e insuficiencia jamás pudiese figurar en el mapa geográfico sin atender el pasado ni el futuro, consultando ciertas ideas e intereses, yo sería el primero en pedir su agregación a los Estados Unidos, pero una isla que es de las más grandes del globo y que encierra tantos elementos de poder y de grandeza es una isla que puede tener un brillante porvenir», dirá José Antonio Saco.

Los elementos de poder y grandeza eran las riquezas autóctonas de la isla, las propiedades agrícolas denominadas ingenios, las cuales eran explotadas por la clase terrateniente -la llamada sacarocracia criolla- y en donde se empleaba la mano de obra esclava en los campos y en los trapiches. Pero para poner en marcha toda aquella maquinaria reformista era el deseo de los intelectuales que la abolición de la escavitud se hiciera de modo gradual, sin sacudimientos ni violencias, sin perjudicar los intereses económicos, políticos, culturales y sociales de la clase terrateniente. Los trapiches de madera serían sustituidos por los de hierro con la llegada de la máquina de vapor y los esclavos darían paso a mediados del siglo XIX al fomento de la colonización blanca traída de Europa y China.

El único interés de este grupo consistirá en salvaguardar su emergente patria, mientras el gobierno autoritario de Miguel Tacón, en 1838, querrá erradicar en la isla cualquier vestigio de pensamiento liberal, influencia extranjera y de movimientos contrarios a la dependencia de la metrópoli. El analfabetismo en Cuba era todavía elevado, más de un 70 por ciento de la población, a pesar del incipiente acceso a la información a principios de siglo y la proliferación de periódicos de los que disponían los criollos blancos. Esa deficiencia en materia de educación ampliaba la brecha cultural entre blancos y negros. Las mayorías sociales eran analfabetas y en el caso de los esclavos y parte de la población libre de color y blanca se desenvolvían en un marco oral. Poco a poco irían proliferando las escuelas públicas independientes, creadas sin el amparo del gobierno de Madrid.

Los principales pensadores de la isla contaron para difundir sus ideas reformistas con el apoyo explícito de los abolicionistas extranjeros, personificados en la figura de los cónsules ingleses enviados a la isla por el gobierno de su país. Su cometido era claro: presionar a España para que cumpliera, de una vez por todas, los Tratados suscritos con Inglaterra, que debían poner fin a la esclavitud en las colonias. Pero tanto los intelectuales criollos blancos que propugnaban la supresión de la trata, como fueron José Antonio Saco y Del Monte, como los emisarios extranjeros Richard Madden y su sucesor David Turnbull no sopesaron el alcance social, el tumulto y las consecuencias político-económicas que dicha corriente reformista, orquestada por ambos -contraria a la política colonial de la metrópoli- tendría en Cuba. Esos emisarios propagaron agentes por toda la isla que se dedicaron a difundir de modo oral y por todas las regiones de la isla nuevas promesas de libertad entre las clases más desfavorecidas y menos formadas en las que no les faltaría el apoyo del gobierno inglés.

Esa disconformidad con el régimen de Capitanía General de un sector aventajado de la sociedad agitó las bases de la opinión pública de todos los habitantes de la isla de Cuba, sobre todo, entre los hombres negros libres y mulatos a los que solicitaron ayuda para denunciar la trata por las distintas regiones. Hasta entonces no se habían cuestionado los principios y leyes que regían en la península y que tenían aplicación en sus dominios, pero tras agitar las bases de la población negra y las insurrecciones de las dotaciones de esclavos en 1843 se empieza a ver con preocupación desde la oligarquía criolla -faltos de representación política- el aumento de la población negra en la isla y la violencia generadas por ellos en los campos que podía dar lugar a una revolución como la de Haití.

Aquella sucesión de lo que parecían levantamientos aislados de los esclavos negros de las dotaciones de los ingenios tenía en realidad como finalidad una insurección general en la isla. Aunque ésta no se produjo, aquellos hechos aislados -pero sucedidos en ingenios vecinos-  acabaron con trágicas consecuencias en los campos y la condena de sus supuestos dirigentes en la ya famosa conspiración de la Escalera en 1844. La condena por esa revuelta fue la represalia del general Leopoldo O’Donnell y sus mandatarios contra los intentos de sublevación de los negros y la participación encubierta de algunos blancos.  El Capitán General 0’Donnell no dudó en establecer una Comisión Ejecutiva Militar Permanente y conducir a la muerte, tomar castigos severos o represalias contra todos aquellos que se oponían al régimen de facultades omnímodas suscrito por España. Era el único modo de asegurar el dominio de la metrópoli a través de un régimen arbitrario y despótico. Las víctimas serían en su totalidad las pertenecientes a la raza negra o mulata. Los blancos -aunque inculpados y algunos presos- conseguirían librarse de la muerte.

Esas disidencias con el orden establecido acentuaron la necesidad de muchos miembros de la oligarquía criolla de desvincularse, de una vez por todas, de los dictámenes autoritarios de la metrópoli y luchar por nuevas vías como la posibilidad de reformas, la anexión a los Estados Unidos o la independencia.  La anexión era a priori el único modo de hacer sobrevivir el régimen esclavista en las tierras alejadas de España y de mantener la estructura social que conformaba la sociedad cubana. Estados Unidos no deseaba la anexión, sino la posible compra de la isla, pero debía esperar a que la fruta madurase, esto es a que España se debilitase.

En 1845 entra en vigor la Ley de abolición y represión del tráfico de esclavos bajo el reinado de Isabel II.  Los hacendados cubanos son partidarios de la anexión por creer en el peligro latente del sistema esclavista. La anexión los pondría en igualdad de condiciones de los estados del sur (de EE UU), donde persistía la institución esclavista, principal fuente de sus riquezas.

La búsqueda de la propia identidad nacional cubana, las tensiones entre Estados Unidos y España por hacerse con el control de la isla -en proceso de maduración frente a los intereses económicos y el modo de vida de las clases dominantes americanas- y, por ende, la lucha por la independencia y separación definitiva de España eran ya, a principios de la década de los cincuenta, imparables y parecía la única salida para los criollos blancos en lo que era la defensa y el amor a la Patria. Dirá Saco: «He podido soportar mi existencia siendo extranjero en el extranjero, pero vivir como extranjero en mi propia tierra sería para mí el más terrible sacrificio».

Tras el desembarco de Narciso López en 1850 todavía tendría que ocurrir otra conspiración, esta vez encabezada por Ramón Pintó, para padecer una crisis definitiva el régimen político instaurado por España, poner en entredicho el anexionismo y negarle la península en 1867, a pesar del apoyo del general Serrano a los reformistas, toda vía de entendimiento que condujo al irremediable estallido de Yara en 1868. Lo que sería el comienzo de la guerra de los Diez Años, encarnada en la figura de Carlos Manuel de Céspedes, considerado el padre de la Patria en Cuba, y que fue el preludio de la futura independencia lograda en 1902, tras la derrota de España en la guerra hispano-americana (1898).

«Hemos perdido todo», dirá el Almirante Cervera al llegar a Cádiz en ese año, pero apostilló: «todo menos el honor» en un intento de justificar los deseos de la Madre patria por tener a lo largo de la Historia moderna a la isla de Cuba bajo su dominio».

En esta obra, Inés Ceballos, como estudiosa y conocedora de la temática cubana, se ha acercado a la Cuba decimonónica para desentrañar la presencia colonial en una Cuba española hasta el 98.

En la portada se reproduce la obra Recuerdos de La Habana (2023) del pintor español Enrique Goñi, que enriquece esta entrega.
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Inés Ceballos Fernández de Córdoba (Madrid, 1974).
Licenciada en Ciencias de la Información (Periodismo) por la Universidad Complutense de Madrid y Licenciada en Ciencias Políticas por la UNED.
Autora de la novela La Perla de las Antillas (2020) y del presente ensayo La Cuba del siglo XIX (2024). En los últimos años ha prestado especial dedicación a la vida de la escritora Mercedes Santa Cruz y Montalvo, más conocida como la Condesa de Merlín, que inauguró la literatura cubana escrita por mujeres.
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La Cuba del siglo XIX de Inés Ceballos.
2024, 270 pp. Colección Ensayo.
ISBN: 978-84-8017- 456-5.
PV: 20.00 euros.

Nos complace comunicar el acto de presentación del poemario  Casa que ya no es mía (Betania, 2023) del poeta cubano Carlos Ramos Gutiérrez (Remedios, 1986), en el Museo Americano de la Diáspora Cubana (Miami).

La tertulia La Otra Esquina de las Palabras invita a la presentación del poemario Casa que ya no es mía del poeta cubano Carlos Ramos Gutiérrez,  residente en Miami.

FALLECE LOUIS BOURNE

Con sumo dolor comunicamos el fallecimiento del poeta e hispanista, traductor y profesor universitario Louis Bourne (EE UU, 1942-2023) que fue, sobre todo, un gran amigo. Un verdadero colega de las letras con el que compartí gran parte de la intensa vida cultural madrileña durante tres décadas  (los 80 , 90 y los 2000), como nuestra asidua asistencia y participación en la reconocida Tertulia Literaria Hispanoamericana del poeta español Rafael Montesinos en el Instituto de Cooperación Iberoamericana (ICI) o nuestros encuentros en las casi diarias lecturas, presentaciones de libros o conferencias  que se celebraban en el Ateneo de Madrid y Casa de América o en la Fundación Hispano Cubana y el Círculo de Bellas Artes, etcétera.

Louis Milton Bourne pasó parte de su niñez en las estribaciones del Himalaya y El Cairo. Se licenció en la Universidad de Carolina del Norte con una tesina sobre la ética en la novelística de Conrad (donde, siendo un joven universitario, dirigió la revista literaria The Carolina Quartely, EE UU, 1962-1964), años más tarde, se graduó en literatura inglesa en la Universidad de Oxford y, finalmente, se doctoró (Ph.D) en la Universidad de Nueva York.

Residió en Madrid durante 32 años, donde, posteriormente,  veraneaba y pasaba las Navidades, cada año, después de ejercer la docencia de Español y Literatura española en Georgia College & State University durante años, de donde se jubiló como profesor emérito. En Madrid, fue Redactor Jefe de la revista plurilingüe Equivalencias (Madrid:1982-1993) que publicaba la Fundación Fernando Rielo.

Como poeta, publicó tres poemarios: Médula de la llama ( ganador del primer accesit del Premio Gules 1981, patrocinado por el Ayuntamiento de Valencia),  Lienzos en lo humano (Madrid: Editorial Playor, 1986) con introducción de Concha Zardoya y Ráfagas de un signo (Madrid: Editorial Verbum, 1997) con introducciòn de Jesús Hilario Tundidor;  libros que agrupó en la antología Los recodos del río. Poesía reunida, 1981-2011 (Betania, 2013) con prólogo de José Antonio Llera (Universidad Complutense de Madrid. de 256 pp. Finalmente, su poemario en inglés The Thought of Seeing (Irlanda, 2019) donde reunió toda su poesía escrita en inglés.

La Universidad de Málaga editó su ensayo Fuerza invisible: lo divino en la poesía de Rubén Darío (1999),  su Tesis Doctoral para la Universidad de Nueva York.

Reconocido traductor de la poesía de Vicente Aleixandre (El sol que cruje / The Crackling Sun, Madrid, 1981) y Rafael Alberti (Premio William Arrowsmith de la revista Agni), de Clara Janés y Jorge Justo Padrón o María Victoria Atencia, también tradujo poemas de Carlos Bousoño, Francisco Brines, Gil de Biedma, Ángel González, Valente y Claudio Rodríguez. Además de una antología de Sebastián de la Nuez sobre poetas canarios del siglo XX (1992) y la antología Mil años de alegría: Poemas escogidos de Roberto Bly (2019).

Otras traducciones: una selección de poetas cubanos contemporáneos (Heberto Padilla, José Mario, Reinaldo Arenas, Jorge Valls, Rafael Bordao y Felipe Lázaro) para la revista literaria norteamericana Illuminations (Charleston, agosto, 2001) con una segunda selección  (Pío E. Serrano, Rafael Bordao, Juan Nicolás Padrón y Felipe Lázaro) para la mencionada revista (2019).

En los años 80, preparó una selección de la poesía vertical del argentino Roberto Juarroz (Madrid, Editorial Playor).

Si su trayectoria intelectual, como estudioso de la poesía española e hispanoamericana, lo confirma como un erudito de la temática literaria hispana  -su poesia, su inmensa obra como traductor y su dedicación a la enseñanza universitaria- lo consagran como un ser excepcional. Pero, principalmente, fue una bella persona, un buen amigo y daba gusto compartir con él nuestro tiempo: fuese en la barra de un bar cualquiera, sentados durante horas en la recurrente cervecería alemana (recordando siempre a nuestro amado Hemingway), en una de nuestras frecuentes y copiosas comidas (en el gallego Pereira o en La Puebla) o en algún acto cultural, de donde salíamos a compartir la noche… Lo recuerdo cantando las viejas canciones de Marlowe en algún mesón madrileño  o «Los pájaros fornican en la Catedral» de los venezolanos Carlos Contramaestre y Caupolicán Ovalles en las tabernas o la plaza Mayor de nuestra querida y siempre bien recordada Salamanca, donde nuestro hermano Alfredo Pérez Alencart nos invitaba a los eventos literarios o a impartir alguna que otra charla.

Hoy puedo decir, que conocer y tratar al querido Louis fue una dicha y un gran regalo de la vida. Esta que nos lo ha arrebatado en este triste y doloroso diciembre de 2023, pero, consciente, que él perdurará en nuestra memoria, pues si «los poetas no mueren, renacen», los verdaderos hermanos y Amigos -con mayúscula- jamás desaparecen, siguen a nuestro lado.

¡Descansa en paz, amigo Louis!

BETANIA les desea unas Felices Fiestas y el mejor 2024 posible, con mucha salud para todos.

Aprovechamos esta entrada para promocionar el libro Al pie de la memoria. Antología de poetas cubanos muertos en el exilio, 1959-2002 (Betania, 2003) de Felipe Lázaro (Güines, 1948). Prólogo de Manuel Díaz Martínez; 204 pp. ISBN: 978-84-8017-178-6. PV: 20.00 euros.

Poetas incluidos:  Emilia Bernal, Agustín Acosta, Rafael Esténger, Eugenio Florit, Mercedes García Tudurí, Pablo Le Riverend, Arístides Sosa Quesada, José Ángel Buesa, Adela Jaume, Alberto Baeza Flores, Gastón Baquero, Justo Rodríguez Santos, Ramón Álvarez Silva, Miguel González, Lucas Lamadrid, Carlos Miguel Suárez Radillo, Óscar Gómez-Vidal, Ana Rosa Núñez, Norman Rodríguez, Antonio Giraudier, Pancho Vives, Pura del Prado, Heberto Padilla, Severo Sarduy, José Corrales, José Mario, David (Fernández) Chericián, Luis Cartañá, Reinaldo Arenas, Julio E. Miranda, Wifredo Fernández, Alberto Serret, Jorge Oliva, Amando Fernández y Robert Valero.

Este libro se puede adquirir, encargándolo en cualquier librería española o mediante pedido a nuestro distribuidor MAIDHISA: (Email: ismaroto@hotmail.com ) o por teléfono: 91- 670-2189. (Preguntar por Montse). PV (Precio): 20.00 euros más gastos de envío.

Nos complace presentar el libro  Allá todavía es ayer. Diario de una argonauta (Betania, 2023) de la escritora venezolana María Eugenia Sánchez (Caracas, 1948), residente en la ciudad de Limoges, Francia.

La autora es socióloga de profesión y ejerció la docencia universitaria en Venezuela. Viuda del poeta, pintor y diplomático venezolano Carlos Contramaestre.

El libro se puede adquirir en AMAZON:  https://a.co/d/cUnrkTQ

Datos del libro:
Allá todavía es ayer. Diario de una argonauta, de María Eugenia Sánchez, 173 pp. Colección NARRATIVA. ISBN: 978-84-8017-428-2.  Edición digital e impresa.

Reproducimos otra reseña reciente del poemario CASA QUE YA NO ES MÍA (Betania, 2023) del poeta cubano Carlos Ramos Gutiérrez (Remedios, 1986) residente en Miami. El texto está firmado por Grethel Delgado y fue publicado en el DIARIO LAS AMÉRICAS (Miami, 10 de noviembre de 2023). 

Casa que ya no es mía reúne poemas afincados en una nostalgia sobria, sin aspavientos, donde lo esencial es la llaga, la ausencia.

El escritor y periodista cubano Carlos Ramos Gutiérrez presentará su reciente poemario, Casa que ya no es mía (Betania, 2023), en Artefactus Cultural Center el 18 de noviembre a las 8:30 pm.

Como dijo el autor a DIARIO LAS AMÉRICAS, estos poemas «comenzaron a llegar de a poco, como un susurro en mis oídos. Y comencé a escribirlos en cualquier cosa que tuviera a mano: una libreta, una hoja en blanco, el celular… a veces estaba durmiendo y tenía que levantarme a escribir, no podía dejar que se me escapara ningún verso. Luego los dejé reposar por un tiempo. Y finalmente volví sobre ellos, de uno en uno, en un arduo y complejo proceso de edición. Hasta que por fin teníamos el «manuscrito» de lo que sería el libro«.

Sobre el camino de buscar una editorial, recordó que envió el manuscrito «a una gran amiga en Cuba, Bárbara Rodríguez, que es una editora de vocación, de las que pocas quedan. Ella me ayudó a pulir muchos detalles». Luego llegó la idea de publicar en Betania gracias al poeta Santiago Méndez Alpízar (Chago), quien escribió el prólogo de este libro. Prólogo que, en palabras de Ramos, «merece especial atención dadas su profundidad y poder de síntesis, además de que Chago es una especie de ‘enciclopedia de la poesía cubana’. Ya él había publicado con esta casa editorial, y me habló de la seriedad y dedicación del editor -y también poeta- Felipe Lázaro».

En torno a Yunier Gómez, creador de las ilustraciones del libro, el autor señaló que es un artista muy talentoso al que admiro muchísimo, y me siento identificado con su obra, tanto a nivel estético como discursivo. Esta no es la primera vez que colaboramos: he escrito varios artículos sobre su obra, y la ilustración de portada de mi primer poemario es también de su autoría».

Y agregó que «en el caso de este libro, además de la portada, tenemos casi 20 ilustraciones, todas firmadas por él. Y creo que la obra de Gómez Torres le aporta al libro una especie de narrativa, que a veces refuerza y otras -las más- enriquece el propio discurso poético. Porque sus imágenes son también poesía: poesía visual que conecta de una forma más directa y misteriosa con el espectador».

Si bien Carlos Ramos Gutiérrez ha escrito narrativa, teatro, guiones para cine, radio y televisión, artículos periodísticos, crítica de arte, e incluso canciones, para él «la poesía es siempre punto de partida y meta, es la expresión más heterogénea y pura, y la que mayor libertad ofrece al autor».

El recuerdo de una casa

La casa de Carlos Ramos Gutiérrez no es la misma. Concordia número 59 (extraña combinación entre una palabra noble y un año terrible) ya no es solo una dirección en el espacio de la memoria, sino materia fértil para la poesía. Y la poesía de Ramos opera desde lo perdido; sus poemas son sus confesiones más honestas, sus recuerdos más hondos.

Están aquí, como en el álbum de tantos exiliados, el olor de la casa, la textura de ese patio, los rostros de los vecinos, los amuletos y los sueños.

El autor sabe moldear, como un artesano del aire, una serie de vacíos que de tanto agolparse conforman un molesto bulto que cargar: el vacío de la casa, la falta del sentido de pertenencia, y de pertenencias, la ironía de lo alquilado, prestado, ajeno, estéril. Sobre estos resortes desangelados de la realidad Ramos construye imágenes y escenas, pero también se mueve entre lo plástico y lo musical.

Por eso acompañan tan bien a sus poemas las obras del artista Yunier Gómez, que nos entrega escenas de otro mundo pero en esta realidad. Sus figuras tristes son como bocetos de almas en escala de grises, cuerpos poéticos por sí mismos en una especie de libro visual paralelo.

Como apunta Santiago Méndez Alpízar en el prólogo, “la casa como tal ya no existe, otras nuevas direcciones se empeña el poeta en dejar, como una necesidad para aclarar el recorrido, también posiblemente sin alternativas. Porque el paisaje fue trastocado, a aquellas aves del patio encantado las devoró el tiempo, la desidia, la precariedad que abunda tanto: la partida definitiva”.

Casa que ya no es mía reúne poemas afincados en una nostalgia sobria, sin aspavientos, donde lo esencial es la llaga, la ausencia.

Una velada con poesía y amigos

El libro se presentará en el Programa Autores de Artefactus Cultural Center, el 18 de noviembre a las 8:30 pm. Dirección: 12302 SW 133rd Ct, Miami, 33186.

«No esperen la presentación de un compendio de poemas en su manera tradicional: con el autor leyendo verso sobre verso. Aclaremos que no tengo nada contra este tipo de presentaciones, de hecho, suelo disfrutarlas mucho», aclaró Ramos. Y sumó: «Pero en mi caso personal, como soy un individuo muy inquieto, que además de escribir, se ha atrevido a veces a incursionar en otras manifestaciones del arte, quiero hacer de esta presentación una propuesta -atrevida también- que incluya artes visuales, teatro, música… Por eso precisamente no vamos a presentar el libro en una librería o en una biblioteca -a lo cual también estoy abierto para presentaciones futuras-, sino en una sala teatral. Y no una cualquiera, sino la de Artefactus Cultural Center, que para mí siempre ha tenido esa especie de magia que debe tener un teatro, además del prestigio que poco a poco (y con mucho esfuerzo) se ha ganado, por la calidad de sus propuestas».

Como acotó, tendrá invitados especiales: «artistas de diferentes manifestaciones a los que admiro muchísimo, como es el caso de la actriz, escritora y directora de teatro y cine Nitsy Grau; el actor, director y profesor de teatro Leopoldo Morales; la reconocida presentadora de televisión Daisy Ballmajó y el cantautor José Luis Barba. Además de Yunier y Chago, que son también autores de este libro».

Más sobre el autor

Carlos Ramos Gutiérrez (Remedios, Cuba, 1986). Poeta, narrador, compositor y guionista de cine, radio y televisión.

Licenciado en Estudios Socioculturales, UCLV “Marta Abreu”, Santa Clara, Cuba, 2009. Egresado del Centro de Formación Literaria “Onelio Jorge Cardoso”, Habana, Cuba, 2009. Máster en Realización Audiovisual, ISA “Universidad de las Artes”, Habana, Cuba, 2013.

Autor del blog literario “Oráculo sin voz”. Ha publicado los poemarios “Del vacío que te quiebra” (Amazon, 2016) y “La Bruja” (Amazon, 2016). Parte de su obra ha sido publicada en las antologías “Jóvenes Narradores de San Juan de los Remedios” (Editorial Capiro, Cuba, 2015), “Actuales voces de la poesía hispanoamericana” (Ediciones Literarte, Argentina, 2017) y “Antología poética Nuestra Voz” (Floricanto A.C., México, 2019).

Artículos suyos han sido publicados en las revistas cubanas “Clave” (Revista de Música Cubana), “El Mar y la Montaña” y “Oncuba”. Actualmente trabaja como escritor y productor en Telemundo.

Autorretrato con Miami de fondo

Vivo en el Down Town

en la Ciudad del Sol:

237 North East

2nd Street

Miami, Florida,

33132.

Apartamento 2701

del Loft I

y desde mi balcón

tengo vista a Bayside. 

Enfrente

el Wolfson Campus

del Miami Dade College

donde tantas veces

he solicitado empleo,

a tres o cuatro cuadras

el Museo de Arte y Diseño 

donde tantas veces

he solicitado empleo,

al cruzar la avenida

Biscayne Boulevard

el Miami Dade Arena

donde no he podido ir 

por los ridículos precios

de sus espectáculos.

También he solicitado empleo

en Bank of America,

United States Postal Service,

Cole Haan, Sprint

y una interminable lista

de empresas.

Todos los días tengo que actualizar

mi currículum vitae 

o Resume,

actualizar

mis perfiles en Indeed,

Monster y LinkedIn. 

Todos los días espero

una llamada,

una entrevista,

una oportunidad que

en esta ocasión

ha sido concedida a otro

candidato

mejor calificado para

la posición. 

La empresa agradece mi interés

y me exhorta

a postularme para nuevas 

vacantes. 

A veces puedo ir 

al club “Hoy como ayer”

y ver a Amaury Gutiérrez

tocando en vivo. 

Intuyo que al abuelo

le hubieran gustado los comercios

de la Calle 8,

acaso en otra realidad

posible

– acaso paralela – 

el abuelo hubiera sido dueño

de una boutique en la Calle 8

a la que Celia Cruz iría

a comprarse un vestido

para su concierto en 

Tenerife, 1987. 

Es tarde y estoy sentado

en mi balcón,

está a punto de llover

y de repente extraño

aquel olor a tierra mojada

que anunciaba el aguacero

en mi pueblito natal;

las grandes ciudades no tienen

un olor característico.

Nos complace comunicar la presentación del poemario CASA QUE YA NO ES MÍA (Betania, 2023) del poeta cubano, residente en Miami, Carlos Ramos Gutiérrez (Remedios, 1986):

Día y hora: Sábado 18 de noviembre (8.30 pm).
Lugar: ARTEFACTUS CULTURAL CENTER
12302 SW 133rd Ct. Miami, Florida 33186.

Nos complace reproducir la reseña del poemario No llueve. Dios se está lavando la conciencia (Betania, 2023) del poeta cubano Roberto Cazorla (Matanzas, 1932) residente en Madrid; firmada por el escritor cubano Luis de La Paz y publicada en Diario las Américas (Miami, 5 de noviembre de 2023).

MIAMI.- La poesía del escritor cubano Roberto Cazorla (Matanzas, 1932) es apasionada, intensa, abarcadora. No hay un poema largo, ni más breve; incluso, un haiku que no lleve una poderosa carga. Son dardos que todo el tiempo dan en el centro de la diana, estremecen, vibran en el lector que reflexiona sobre lo que expresa, consciente de que lo que dice es agudo y en muchos casos definitivo.

Su más reciente poemario tiene un título poderoso, No llueve. Dios se está lavando la conciencia (Editorial Betania, Madrid, 2023), abre con dos líneas sorprendentes. “El tiempo, es un anciano ridículo/ subido en un patinete”. Los versos siguientes anticipan la fuerza del libro. “¡Nunca el silencio había/ sido tan estruendoso!”, seguido de “¡Oremos para que deje/ de llover/ sequedad…!”.
Roberto Cazorla es un hombre de regreso de todas las catástrofes posibles. Ha tenido una larga vida, por lo que su mirada es lúcida, aunque también, a veces, cansada, desesperanzadora.

Poemas de diferentes registros

El libro está dividido en cinco partes con una variedad de poemas de diferentes registros; incluso, prosa poética y en general textos muy cubanos. A Cazorla le duele mucho Cuba, la distancia, el exilio, pero es un poeta para el que la nostalgia es también creación. Esta secuencia es inquietante: “¡Ayúdenme, que se me está diluyendo el azul cubano que me quedaba!/ Si se hiciera el milagro de que me enterraran con una estrella del cielo cubano./ El exilio pretende destruirnos el origen, pero tenemos las raíces más profundas que las de un flamboyán milenario./ El miedo es la corbata que todos tenemos que lucir./ La muerte doblemente muerte es la de la ilusión./ Me gustaría saber si a mi funeral asistirán pájaros cubanos”.

En su Cuba-dolor añade en otro momento: “Este viento que escuece la herida que me llamo, arrastra una niebla de salitre, es una isla-anciana que no se morirá hasta que yo le dé el abrazo que le debo”.

El ímpetu de Cazorla

Con los poemas de Cazorla en este libro no hay tregua, son textos lacerantes. “Vivir se escribe con letras transparentes, tiene la acústica del desnudo de una adolescente, la aristocracia de la bandera que ondula en el recuerdo de un nómada, presumiendo de un verso que no ha perdido la virginidad. Vivir duerme de lado porque le asustan los latidos de la memoria”. Roberto Cazorla se acerca a la poesía con ardor, y en ese ímpetus está la fuerza de su decir.

La última parte de No llueve. Dios se está lavando la conciencia acoge una detallada biografía del escritor y cerca de 30 fotografías de Roberto Cazorla con figuras destacadas de la vida cultural en Cuba, su exilio en España y sus lazos con Miami. De alguna manera esa iconografía indica que su trayectoria ha sido también muy fructífera.

Este libro en particular -quizás él no lo vea así- es un tesoro, un regalo especial del poeta a sus admiradores y de la casa Editorial Betania, fundada por el poeta Felipe Lázaro, que ha editado una parte notable de la obra de Roberto Cazorla.

https://www.diariolasamericas.com/cultura/poemas-lluvia-torrencial-roberto-cazorla-n5346135

FALLECE ADA BEZOS

Lamentamos comunicar el fallecimiento de la poeta y escritora cubana Ada Bezos (Camagüey, 1948 – Miami, 2023) en su exilio de la Florida, EE UU.

Autora de los poemarios Cuba en verso: la isla entre rejas (Betania, 2011, 2012 y 2021) y Evoluciones flagrantes (Betania, 2023).  En 2018,  publicó una traducción suya al inglés del libro Cuba in Verse: The Island Behind Bars (Betania, 2018). También ha publicado una novela: Palo Seco y la historia de Inés (Editorial Entre Líneas, 2018).

Otra poeta cubana que muere en el destierro…

Reciban sus familiares, amigos y lectores, nuestro más sentido pésame. ¡Descansa en paz, amiga Ada!

Reproducimos la reseña del poemario Casa que ya no es mía (Betania, 2023) del poeta cubano Carlos Ramos Gutiérrez (Remedios, 1986), escrita por el reconocido crítico  e investigador literario Carlos Espinosa Domínguez (Cuba, 1950) y publicada en la revista CUBAENCUENTRO (Madrid, 6 de octubre de 2023).

«En Casa que ya no es mía, Carlos Ramos Gutiérrez se zambulle en un asunto complejo como lo es el del exilio, y lo trata con fina sensibilidad e inteligencia«

En una entrevista que le hice a Reinaldo Arenas la última vez que vino a España, le pregunté qué aspectos positivos y qué aspectos negativos había tenido para él el exilio. Copio a continuación parte de su respuesta:

“El exilio nos da una profundidad para trabajar, y en el caso del exilio político, como en el fondo lo son casi todos, nos da la libertad de escribir sin mordazas. No nos vamos de nuestra patria porque nos guste marcharnos, sino porque no nos queda otro remedio. La página en blanco pasa a ser entonces nuestra patria, y tenemos que llenarla donde sea. Y la vamos llenando en una tierra donde, por lo menos, no somos perseguidos políticos.

“(…) Lo negativo, en cambio, es el precio tan alto que debemos pagar. Un exiliado es, en el mejor de los casos, una sombra. Cuando yo me paseo por el malecón de Cádiz o visito el Museo del Prado, hay dos personas: una sombra que está paseando o visitando esos lugares y otra persona que fui yo, que se quedó en Cuba y que me está llamando, reclamando. Un exiliado nunca podrá recuperar su total autenticidad. Imposible. Estamos hechos de un conjunto de connotaciones y referencias a una época y a un país, el nuestro, con las cuales nos vamos a seguir relacionando a través de la memoria. Un exiliado es una persona que vive en las sombras; su verdadera luz está en la patria que dejó.

“De manera que aunque es una experiencia saludable para la creación, porque posibilita un proceso de decantación y objetivación de la obra literaria, el exilio es, desde el punto de vista humano, una experiencia cruel. Quizás por serlo, uno, para no enloquecer, para tratar de sobrevivir y recuperar algo de lo perdido, continúa escribiendo. Pero te repito, el precio que hay que pagar es desmesurado”.

He vuelto a esas palabras porque me las hizo traer a la memoria la lectura del poemario Casa que ya no es mía (Editorial Betania, Madrid, 2023, 87 páginas), de Carlos Ramos Gutiérrez (Remedios, 1986). Eso se explica porque en los textos que lo integran, el exilio constituye su médula y su motivo principal. A ello se refiere en la introducción Santiago Méndez Alpízar, quien hace notar que la revolución contribuyó a engrosar sobremanera el fenómeno de la diáspora: “Miles de puntos en los más distantes rincones del orbe. Puntos que luego, muchos, regresan al núcleo, al paisaje que solamente sobrevive en la memoria, sin embargo”.

Ya desde el poema abre el libro, el sujeto poético que se expresa en primera persona enfrenta el “austero resumen de pérdidas” que ha sido el precio que debió pagar: “La casa donde yo nací ya no es mi casa:/ tiene nuevos propietarios/ y ciertas modificaciones/ en la estructura/ y la decoración.// Calle Concordia,/ Número 59.// Han removido/ los azulejos rosados de la acera,/ y han cambiado los viejos faroles/ por otros más modernos”.

Estamos ante un testimonio de fracturas y abandonos que Ramos Gutiérrez plasma con un tono reposado y una amarga serenidad: “Ayer no puede evitar/ al pasar frente a mi casa —que ya no es mía—/ que algo se apretara allí,/ en la garganta y en el pecho./ Pensé que un hombre/ debería conservar a cualquier costo/ la casa que ha heredado de sus padres,/ de los padres de sus padres…/ y algún día dejarla como herencia/ a sus hijos./ Mas no fue posible conservar aquella,/ fue necesario venderla para pagar/ un pasaporte,/ una visa al ‘País de las Maravillas’/ donde no tenemos casa”.

La ciudad de la cual, como Lot, se fue

Ese sentimiento de que nada de lo que queda es suyo, experimentado por él al regresar, lo invade de igual modo al recorrer el barrio donde creció: “Los niños que están corriendo/ por las calles donde tantas veces/ corrí no conocen mi nombre,/ nunca serán mis amigos./ Como ya nada nunca será mío en esta vieja ciudad”. Quienes eran sus vecinos, asimismo, ahora viven “en una nueva casa/ de otro barrio de otro pueblo,/ en algún lugar del mundo;/ ya no nos queda en común/ ni el código postal./ Muchos tienen/ nuevos nombres, familia/ y nacionalidades./ Y hasta resulta difícil/ acordarse de ellos/ cuando te los tropiezas/ —de casualidad—/ una tarde en Facebook”.

Ni siquiera, como contempla con desconsuelo, la ciudad de la cual él se fue, como Lot, es hoy la misma. A veces estrena “un vestido/ se maquilla/ tiñe de vivos colores/ sus rebeldes canas”. Pero nada consigue ocultar que está sumida en el cansancio que supone oponerle resistencia al tiempo, tratar de mantenerse intacta, hacer lo posible por rehacer los pórticos y las añoranzas que fue perdiendo. A lo sumo, lo único que logra se reduce “a veces olvidar/ que es vieja ya/ —y culpable—/ como sus hijos”.

A lo largo del poemario hallamos numerosas frases pertenecientes a la Biblia. Alude a ello Méndez Alpízar, al apuntar que Ramos Gutiérrez encuentra esas referencias sagradas para “enderezar el rumbo”. Pero una vez alcanzada la tierra prometida, se revela la dura realidad del exilio: “es la vaga sensación de que tus palabras son menos firmes y que de un momento a otro pudieras salir volando arrastrado por un viento de cuaresma porque no tienes raíces”. De igual modo, la ciudad donde ahora vive ese sujeto poético con claro sesgo autobiográfico no es la que lo engendró, no fue la ostra dentro de la cual estuvo protegido. Por tanto, esa nunca será su ciudad, como tampoco podrá serlo aquella que abandonó.

En el último de los siete bloques en que está distribuido el libro, figura un poema titulado “Autorretrato con Miami de fondo”, donde se lee: “La casa donde vivo no es mi casa:/ tengo que pagar por ella/ una mensualidad.// El mes pasado quise hacer/ ciertas modificaciones/ en la estructura/ y la decoración,/ mas no me fue posible,/ no estuvo de acuerdo en ello/ mi arrendador:/ el propietario/ de la casa donde vivo”. Nada de lo que hay en ella tampoco es suyo, salvo unos pocos libros que pudo traer en una bolsa zurcida, cuando cruzaba fronteras y perseguía sueños.

De estos últimos, hay uno que no se perdió en el camino y que hasta hoy mantiene: “si no fuera tan alta la mensualidad que tengo que pagar por la casa donde vivo quizás pudiera comenzar a hacer algunos ahorros y acaso con un poquito de suerte en el curso de unos años tal vez llegara a reunir lo suficiente para comprar una casa en un barrio de algún pueblo en algún lugar del mundo acaso aquella de la calle Concordia número 59”.

En los numerosos fragmentos que he reproducido, resulta evidente que la de Ramos Gutiérrez es una poesía de carácter confesional, que va enlazada con un sondeo interior. En Casa que ya no es mía, su autor se zambulle en un asunto complejo y lo trata con fina sensibilidad e inteligencia. Sus textos son sosegados en la superficie, pero doloridos por debajo. Solo que ese dolor nunca se exterioriza, porque no es plañidero ni imprecativo. Esas páginas poseen además un registro indispensable en el discurso poético: la emoción. Sin embargo, eso no las lleva a caer en la emotividad ni en el sentimentalismo. Ramos Gutiérrez lo consigue, entre otras razones, porque en sus poemas la emoción está atemperada con una apacible melancolía. Asimismo, porque se dirige a los lectores de modo directo y cálido. Busca la comunicación, pero no la devalúa con fórmulas banales. Para ello, opta por una escritura serena, de deliberada transparencia y de sonoridad elegante.

Considero pertinente decir que, aunque el exilio permea casi todo el libro, este no es monocorde y reserva lugar para otros asuntos. Así, el amor está muy presente en la sección titulada No quiero despertar, pues la mañana…Que la alforja temática de Ramos Gutiérrez es más acogedora, lo acreditan textos como “Plegaria a mi cuerpo joven”, “Últimas horas de Virginia Woolf”, “Conversación con Bukowski”, “Paisaje”, “Embarque a Kythera”. Y, en fin, quienes se adentren en las páginas del libro objeto de estas líneas hallarán otros más.

Libro que se lee de un sorbo, Casa que ya no es mía se distingue por un sostenido aliento y una coherencia que lo sitúan por encima de la calidad media de buena parte de la poesía cubana que hoy se escribe. Lo firma un poeta con entidad, que merece —y ojalá la reciba— mayor atención.