Honrar, honra.
José Martí
Nada puede secar el árbol de la poesía.
Gastón Baquero.
Hace ya veinte años (el 15 de mayo de 1997, otro madrileño día de San Isidro) fallecía en la capital española el poeta, ensayista y periodista cubano Gastón Baquero (1914-1997), uno de los grandes de la cultura cubana e hispanoamericana, tras 38 años de largo exilio vitalicio.
En este vigésimo aniversario es casi un deber con Gastón Baquero -el Maestro y el amigo- recordar su sobresaliente figura. Para ello, Betania se suma a esta conmemoración no solo para evocar su valiosa trayectoria literaria (poética y ensayística) y de su aún poco estudiada obra periodística, sino para rememorar al hombre de letras, al patriota, al exiliado…Muchos son los recuerdos, las enseñanzas, las anécdotas que se agolpan en este instante en que escribo estas líneas. Palabras llenas de agradecimiento por su generosa amistad, por su ejemplar forma de ser cubano y por su visión universalista de la cultura que lo ha hecho trascender de la muerte física, transitando -después de estos veinte años- por una especie de renacimiento de su imagen y obra.
La presencia imborrable de Gastón Baquero en Cuba, con su poesía y su periodismo, ya ha quedado plasmada en las letras cubanas del pasado siglo, incluso la obra baqueriana ha dejado su impronta en una España -que tras un frío y poco solidario recibimiento a su llegada al exilio español- ha terminado valorando al Maestro como uno de los grandes poetas y escritores hispanoamericanos de todos los tiempos. Reconocimiento al que Baquero ha aportado su importante bibliografía española, sobre todo, con su primordial poemario Memorial de un testigo (1966), seguido de Magias e invenciones (1984), Poemas invisibles (1991), Poesía completa, 1935-1994 (1995) publicada en Salamanca bajo la coordinación de Alfonso Ortega Carmona y Alfredo Pérez Alencart, y las dos ediciones de su Poesía Completa (Verbum,1998 y 2016) hasta la reciente antología Palabra inocente (Visor, 2017) compilada por Carlos Javier Morales; entre otros títulos poéticos. Sin olvidarnos de su valiosa obra ensayística publicada en España: Escritores hispanoamericanos de hoy (1966), La evolución del marxismo en Hispanoamérica (1966), Darío, Cernuda y otros temas poéticos (1969), Gertrudis Gómez de Avellaneda (1974), Páginas escogidas de Simón Bolívar (1983), Indios, blancos y negros en el caldero de América (1991), Acercamiento a Dulce María Loynaz (1993), La fuente inagotable (1995), libro sobre José Martí, Ensayos (1995) tomo que reúne casi toda su obra ensayística y que también fue publicada en Salamanca, Primeros textos, 1936-1945 (2001), Eternidad de Juan Ramón Jiménez (2003), Geografía literaria, 1945-1966 (2007), Andaluces (2009) y Apuntes literarios de España y América (2011).
En estos veinte años son muchas las publicaciones que se han hecho de -y sobre- la obra de Gastón Baquero, incluyendo su poesía, sus ensayos y la recopilación de su periodismo cultural, pero conviene no olvidar a quienes desde finales de los años 60 y, sobre todo, en los años 80 y 90, auparon su nombre literario y se encontraron entre sus amigos de siempre; además de nuevos nombres que se han sumado a la labor de difundir el legado baqueriano. Me refiero a autores españoles, como: Francisco Brines, Rafael Montesinos, Guillermo Díaz Plaja, José García Nieto, Luis Suñén, Luis Antonio de Villena, Luis Alberto de Cuenca, Luis Frayle Delgado, Leopoldo Alas, Ángel Luis Vigaray, José Ramón Ripoll, Alberto Linares Brito, Carlos Javier Morales, Víctor García de la Concha, Carlos Bousoño, Fernando Rodríguez Lafuente, Alfonso Ortega Carmona, J. J. Armas Marcelo, Rafael Alfaro, Santiago Castelo, Antonio Fernández Ferrer, Carmen Ruiz Barrionuevo, Carlos Barbáchano, Ángel Rodríguez Abad, Javier Lostalé, Blas Matamoros, entre otros. Los latinoamericanos Alberto Baeza Flores, Alfredo Pérez Alencart, Pedro Shimose, Juan Gustavo Cobo Borda, Carlos Contramaestre, Elizabeth Burgos, Salvador Garmendia y Carlos Meneses. Los cubanos Eugenio Florit, José Olivio Jiménez, Pío. E. Serrano, Efraín Rodríguez Santana, León de la Hoz, José Prats Sariol, Isabel Castellanos, Orlando Rossardi, Carlos Espinosa Domínguez, Armando Álvarez Bravo, Walfrido Dorta, Amaury Francisco Gutiérrez Coto, Oscar Fernández de la Vega, Bladimir Zamora Céspedes, Alberto Díaz Díaz, Nelson Simón González, Virgilio López Lemus, Alfredo Zaldívar, Luis Yuseff, Jesús J. Barquet, Rosario Hiriart, César López, Rosario Rexach, Raúl Rivero, Alberto Lauro, Fabio Murrieta, Manuel Gómez-Reinoso, Remigio Ricardo Pavón, Camilo Venegas, Jorge Luis Arcos, Luis Rafael Hernández, Antonio José Ponte, José A. Torres, Jorge Ribail Reyes, Nidia Fajardo y quien escribe estas líneas, entre otros. Todos (hispanos, americanos y cubanos) han ayudado a aumentar la ya extensa bibliografía baqueriana. Sin olvidar a sus traductores: Elena Jaratsi (griego), Gaetano Longo (italiano), Greg Simon y Stephen F. White (inglés), Juana y Tobías Burghardt (alemán), Jacobo Machover (francés), a los estudiosos de su obra, como: Niall Binns y Clément Akassi Animan y los reconocidos pintores Sylvain Málet, Luis Cabrera y Miguel Elías con sus bellos retratos del Maestro hasta la famosa y más reproducida foto de Jesse A. Fernández, que es la imagen más conocida de Baquero. Así como el documental Retrato de Gastón Baquero (2014, 60 minutos) realizado por Manuel Rodríguez Ramos y Marié Pereira.
Para homenajear al poeta, en este vigésimo aniversario, reproducimos la portada del periódico madrileño La Prensa del Caribe (Nº 1, junio de 1997) con la citada foto de Fernández y un artículo de mi autoría que se publicó en ese número, días después de su fallecimiento:
Gastón Baquero: Maestro y amigo
Por Felipe Lázaro.
Si en abril, “el mes más cruel”, según Eliot, fallecía Dulce María Loynaz; mayo ha sido demoledor con la muerte de Gastón Baquero. El mismo mes que nos arrebató a José Martí, repite la tragedia cubana con el fallecimiento de otro Maestro.
Aún recuerdo nuestro primer encuentro en el Madrid estudiantil de finales de los sesenta. Estábamos reunidos un grupo de universitarios cubanos, en la siempre memorable cafetería del Instituto de Cultura Hispánica, cuando nos presentaron. De entrada, nos impresionaron su gran estatura y su elegancia al vestir: parecía un patricio cubano del siglo XIX. Pero tan pronto comenzó a hablar, nos dejó a todos aún más sorprendidos por su gran sabiduría y erudición: era como una enciclopedia abierta, repasando toda la historia política y literaria de Cuba en breves minutos; dándonos una especie de improvisada lección magistral.
Al final de la conversación nos insistió, una y otra vez, que estudiásemos; recordándonos el ejemplo del universitario Martí en España. Después, antes de despedirse, pagó nuestra repetidas consumiciones y, desde entonces, comprendí su gran generosidad y su constante disposición a dialogar con los más jóvenes. Así, Gastón se convirtió para mí en una de las fuentes recurrentes de mis años universitarios: ¿Cuántos libros prestados? ¿Cuántos libros me recomendó que leyera? La lista seria innumerable, aunque debo confesar que como buen maestro me indicó una lectura imprescindible para el joven poeta que entonces se iniciaba: “Rilke, Felipe, lee a Rilke”.
Aquellos jóvenes cubanos de entonces, asistíamos a sus múltiples conferencias o disertaciones en aquel Madrid franquista (en el Colegio Mayor Guadalupe o en Cultura Hispánica), no como seguidores de una cubanidad trasnochada, sino sabiendo que estábamos ante un maestro. Como años más tarde, con la recién estrenada democracia en España, lo escuchamos en la Residencia de Estudiantes o en la Casa de América en Madrid, no como un escritor cubano más, sino ya sabiendo que era uno de los cubanos más ilustres de nuestro siglo.
Peregrinar a su madrileña casa de Antonio Acuña fue, siempre, como regresar a la Isla en una especie de viaje imaginario o saciar de toda una puñetera vez nuestra sed de nostalgia. En uno de esos momentos, me presentó a varios poetas cubanos que residían en la Isla y gracias a él pudimos conocernos. Como sucedió con Blamidir Zamora, con quien publiqué en 1995, la antología Poesía Cubana: La Isla Entera (1), que comienza con sus palabras: “A los poetas que llegan y seguirán llegando. A los muchachos y muchachas nacidos con pasión por la poesía en cualquier sitio de la plural geografía de Cuba, la de adentro de la Isla y la de fuera de ella”. Curiosamente, Bladimir, junto a otro poeta cubano, Camilo Venegas, fueron invitados -en 1991- a leer sus poemas en la Casona del Vigía en la ciudad cubana de Matanzas, pero, en vez de leer sus poemas, ambos leyeron los de Baquero, siendo los primeros en la Isla en rescatarlo de un silencio impuesto desde 1959. (2)
Tampoco puedo olvidar las cenas cubanas en su casa: congrí, yuca y plátanos fritos, o cuando asistíamos al restaurante asturiano cercano a la misma, con innumerables amigos. Aunque, quizás, la más memorable fue una especie de cena cubano-venezolana con Carlos Contramaestre y Salvador Garmendia, donde el americanista Gastón brilló en toda la extensión de la palabra, como otros recordables almuerzos con el profesor José Olivio Jiménez o con Reinaldo Arenas. También recuerdo otras comidas, como las dos que organizó el Ministerio de Asuntos Exteriores español, una, más improvisada, en el restaurante asturiano que quedaba cerca del domicilio de Gastón y otra más oficial en el restaurante de la madrileña Casa de América, cuando se celebraron las Jornadas de Poesía Cubana “La Isla Entera” (1994) que reunió a poetas de dentro y fuera de la Isla. (La presencia de César López, José Prats Sariol, Efraín Rodríguez Santana y Jorge Luis Arcos, entre otros, que viajaban desde La Habana, junto a Heberto Padilla y José Kozer, entre otros exiliados, convirtió aquellos banquetes en algo verdaderamente inolvidable). Como la concurrencia y presencia diaria de Gastón: mañana y tarde en dichas Jornadas, que se repitió en el evento de cuentistas cubanos al año siguiente, a pesar de su ya maltrecha salud. (3)
Pero lo más importante de su última trayectoria madrileña fue su constante asistencia a las presentaciones de libros de jóvenes autores cubanos, de dentro o fuera de la Isla, con lo cual demostraba su gran interés por conocer a la nueva generación de escritores cubanos.
El autor de Poemas invisibles (1991) vivía para la poesía y para Cuba, siendo éstas, dos constantes de su vida y de su extensa obra, tanto en la poesía como en la prosa; que lo ha convertido en el gran maestro de la literatura escrita en español de este siglo. Y siempre se le recordará, además, por su inmensa labor periodística, desarrollada desde su más temprana edad y que aún está por estudiar.
Actualmente, la mayoría de sus poemas –felizmente- ya se leen en La Habana o en Caracas, en Matanzas o en Salamanca y no digamos en este Madrid donde le sorprendió la muerte:
Parece que estoy solo,
diríase que soy una isla, un sordomudo, un estéril.
Parece que estoy solo, viudo de amor, errante,
pero llevo de la mano a un niño misterioso.
Así comienzan los primeros versos de su poema “Silente compañero”. Como ya es un clásico de la poesía cubana “Palabras escritas en la arena por un inocente”, con su verso inicial:
Yo no sé escribir y soy inocente.
O este fragmento de su poema “Fábula”;
Mi nombre es Filemón y mi apellido Ustariz.
Tengo una vaca, un perro, un fusil y un sombrero;
vagabundos, errantes, sin más tierra que el cielo,
vivimos cobijados por el techo más alto;
ni lluvias ni tormentas, ni océanos ni ríos,
impiden que vaguemos de pradera en pradera.
¿Quién no ha leído en voz altas el comienzo de su “Memorial de un testigo”?
Cuando Juan Sebastián comenzó a escribir la Cantata de café,
yo estaba allí:
llevaba sobre sus hombros, con la punta de los dedos,
el compás de la zarabanda.
¿Quién no peregrinó a la calle de Antonio Acuña, cual Velintonia o Trocadero, en busca de sueños compartidos? Y
¡todos felices de pronto, todos gozosos
devorando el asombro de la luz!
Definitivamente, después de 38 largos años de exilio, Gastón Baquero no regresará físicamente a Cuba; aunque su poesía, como su poética evocación de La Habana, siempre se escuchará en la Isla.
Yo te amo, ciudad
aunque sólo escucho de ti el lejano rumor,
aunque soy en tu olvido una isla invisible,
porque resuenas y tiemblas y me olvidas,
yo te amo, ciudad.
Madrid, mayo de 1997.
Fuente: La Prensa del Caribe (Madrid: Nº 1, junio 1997; pág. 14). Este artículo también fue publicado en el libro Gastón Baquero: La invención de los cotidiano (Betania, 2001) de Felipe Lázaro; págs. 27-33.
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Con esta entrada rendimos un merecido homenaje al autor de Memorial de un testigo, recordando -como si fuese ayer- sus días habaneros y madrileños, rememorando sus libros y leyendo sus poemas; además de no cansarnos de resaltar su ya reconocida obra literaria. Y aunque falleció hace ya veinte años, a los 83 años de edad, después de un duro destierro de casi cuatro décadas, sin poder volver a ver su amada tierra cubana (otro de los crímenes más espantosos e injustificables del régimen del 59), ya hoy sabemos que Gastón Baquero ha vencido a la muerte y que sus versos recorren todos los rincones del imaginario cubano, incluyendo el exilio; pues isla y destierro conforman la patria entera, la Cuba plural que tanto nos enseñó a amar. Hoy ya nos consta que su poesía siempre ha estado -y está, más que nunca- presente en tierras cubanas. Sabemos que sus poemas se leen desde Banes hasta su querida Habana, pues los poetas nunca mueren, renacen, como la rosa baqueriana en uno de sus más bellos poemas fundacionales “Qué pasa, qué está pasando…”:
Qué pasa, qué está pasando siempre debajo del jardín
que las rosas acuden sin descanso.
Qué está pasando siempre debajo de ese oscuro espejo
donde nada se oculta y disuelve.
Qué pasa, que está pasando siempre debajo de la sombra
que las rosas perecen y renacen.
Que nunca se desmiente su figura,
que son eternas sombras, idénticos recuerdos.
Qué está pasando siempre bajo la tierra oscura
donde la luz levanta rubias alas
y se despliega límpida y sonora.
Qué está pasando siempre bajo el cuerpo secreto de la rosa
que no puede negarse al cielo temporal de los jardines,
que no puede evitar el ser la rosa, precisa voluntad, sueño visible.
Qué pasa, qué está pasando siempre sobre mi corazón
que me siento doliéndole a la sombra,
estorbándole al aire su perfil y su espacio.
Y nunca accedo a destruir mi nombre,
y no aprendo a olvidarme, y a morir lentamente sin deseos,
como la rosa límpida y sonora que nace de lo oscuro.
Que se inclina hacia el seno impasible de la tierra
confiando en que la luz la está esperando, creándose la luz,
eternamente fija y libertada bajo el cuerpo secreto de la rosa.
Felipe Lázaro
Escalona, mayo de 2017.
Notas de actualización (mayo, 2017):
(1) La antología Poesía Cubana: La Isla Entera (Betania, 1995; 392 pp.), compilada por Felipe Lázaro y Bladimir Zamora, reúne a 57 poetas cubanos que -entonces- residían dentro o fuera de Cuba: Miguel Barnet, José Mario, José Kozer, Isel Rivero, Pío E. Serrano, Rafael Catalá, Belkis Cuza-Malé, Guillermo Rodríguez Rivera, Reinaldo García Ramos, Nancy Morejón, Magali Alabau, Lina de Feria, Julio E. Miranda Delfín Prats, Raúl Rivero, Lilliam Moro, Maya Islas, Felipe Lázaro, Luis Lorente, Gustavo Pérez Firmat, Rolando Estévez Jordán, Alina Galliano, Lourdes Gil, David Lago González, Rafael Bordao, Orlando González Esteva, Mercedes Limón, Reina María Rodríguez, René Vázquez Díaz, Badimir Zamora Céspedes, Jesús J. Barquet, Carlota Caulfield, Iraida Iturralde, Elías Miguel Muñoz, Víctor Rodríguez Núñez, Roberto Valero, Daína Chaviano, Ángel Escobar, León de la Hoz, Ramón Fernández Larrea, Alberto Lauro, Teresa Melo, Sigfredo Ariel, Reinaldo García Blanco, Emilio García Montiel, Arístides Vega Chapú, Sonia Díaz Corrales, Omar Pérez López, Antonio José Ponte, Nelson Simón González, Laura Ruiz Montes, Damaris Calderón, Camilo Venegas y Norge Espinosa. (Muchos de los poetas que residían en la Isla en 1995, con los años -y sucesivamente- optaron por el exilio y hoy residen fuera de Cuba).
(2) Estas lecturas de poemas de Gastón -que realizaron Bladimir Zamora y Camilo Venegas en la ciudad de Matanzas- se dieron en un acto organizado por el poeta y editor cubano Alfredo Zaldívar en 1991. Con posterioridad, el profesor, escritor y crítico de poesía cubana José Prats Sariol leyó en la Universidad de La Habana su ponencia “Baquero, el instinto indomable” el día 26 de enero de 1994, siendo la primera oportunidad en que la obra poética de Gastón Baquero fuera mencionada in extenso en Cuba desde 1959. (Véase: Conversaciones de Gastón Baquero (Betania, 1994) donde aparece este artículo como Epílogo, págs. 53-75. Dos años más tarde, se publica una selección de la poesía baqueriana en Testamento del pez. Antología (Matanzas: Ediciones Vigía, 1996), edición del poeta y editor cubano Alfredo Zaldívar y no es hasta varios años después que se publica en Cuba toda la obra poética de Baquero: La patria sonora de los frutos. Antología poética de Gastón Baquero (La Habana: Editorial Letras Cubanas, 2001). Edición a cargo de Efraín Rodríguez Santana. También ese mismo año, Walfrido Dorta gana el Premio UNEAC con su libro Gastón Baquero, el testigo y su lámpara: para un relato de la poesía como conocimiento en Gastón Baquero (La Habana: Ediciones Unión, 2001) y en el 2013 se publicó la antología Poderosos pianos amarillos. Poemas cubanos a Gastón Baquero (Holguín: Ediciones La Luz) compilada por Luis Yuseff y Prólogo de Virgilio López Lemus.
(3) Las Jornadas de Poesía Cubana: La Isla Entera se celebraron del 21 al 25 de noviembre de 1994 en Madrid y fueron organizadas por la Secretaría de Estado para la Cooperación Internacional y para Iberoamérica del Ministerio de Asuntos Exteriores español. Se celebraron, por la mañana, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Complutense de Madrid y, por la tarde, en el anfiteatro de la Casa de América. Participaron 24 poetas e intelectuales cubanos. Desde Cuba: Rafael Alcides, Guillermo Rodríguez Rivera, José Prats Sariol, Cleva Solís, Jorge Luis Arcos, Efraín Rodríguez Santana, César López, Delfín Prats, Reina María Rodríguez, Enrique Saínz, Pablo Armando Fernández y Bladimir Zamora. Desde el exilio: Manuel Díaz Martínez, Albero Lauro, Mario Parajón, Gastón Baquero, Orlando Rossardi, Heberto Padilla, Pío E. Serrano, José Kozer, José Triana, Nivaria Tejera, León de la Hoz y Felipe Lázaro. (Algunos de los que viajaron en esas fechas, desde la Isla, hoy residen en el exilio).
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