La muerte siempre nos sorprende, sea de familiares o de amigos. En el caso del reciente fallecimiento de David Lago González (Camagüey, 1950- Madrid, 2011), el pasado 18 de octubre en un hospital madrileño, su muerte fue además injusta.
Como los poetas nunca mueren, pues su poesía les trasciende, debemos recordarle por su esencia: un poeta excelente, cuya existencia atormentada, tanto en su patria como en España, siempre estuvo al servicio de la poesía.
Ese fue el verdadero leitmotiv de su vida: su producción lírica. Nada logró torcer su clara vocación poética, ni su trayectoria literaria, a pesar de todas las adversidades vitales que tuvo que enfrentar. Primero en Cuba, donde no claudicó y escribió incesantemente, aunque no pudo publicar, después de ser expulsado de la Universidad de La Habana y detenido varias veces, hasta que logró salir de la Isla, años después del éxodo del Mariel, cuando le fue imposible abandonar el país como él hubiese deseado entonces. Ya en su amargo exilio español (1982) pasó por todo tipo de penalidades hasta hace muy poco tiempo, cuando se iba recuperando relativamente y estaba en su mejor instante: dirigía al unísono 3 blogs ( El penthouse de Heriberto, Indicios de desorden y Strawberry, fields forever, you know, the place where nothing is real) convirtiéndose en un bloguero reconocido de la blogosfera de la disidencia cubana. Pero, además, este año, apenas hace unos meses, en Francia le publicaron 3 libros sucesivamente: Los sonidos del silencio, Old spice y Memorias del Este (París: Ediciones Hoy no te visto en el paraíso, 2011) que dirige la poeta y pintora cubana Margarita García Alonso, con los que estaba contentísimo, como un niño con juguetes nuevos.
Recuerdo que lo conocí en Madrid a mediados de los años ’80 y me presentó su escueto currículo: cubano (netamente camagüeyano) y con varios poemarios inéditos que había logrado sacar de Cuba. En esos años, yo andaba confeccionando varios proyectos antológicos, en los cuales le incluí, pues al leer su poesía -hasta entonces inédita- me percaté de su calidad poética: Poesía cubana contemporánea (Catoblepas, 1986) y Poetas cubanos en España (Betania, 1988). Más adelante, también seleccioné su poesía para la antología Poesía cubana: La isla entera (1996).
En Betania, además, le publiqué sus dos primeros poemarios: Los hilos del tapiz (1994) considerado por Gastón Baquero uno de los mejores diez libros leídos por él ese año ( La Esfera, El Mundo, 17/12/1994) y La resaca del absurdo (1998) con prólogo de su amigo Carlos Victoria.
Por esos años, David Lago fundó la editorial Timbalito donde publicó varios poemarios suyos: La mirada de Ulises (1999), La fascinación de lo difícil (1999), Lobos (2000), Jazz Session (2000) y Tributos (2000) y de otros poetas cubanos: El lado humeante (2000) de Antonio Desquirón Oliva, Foxtrot (2000) de Raúl Ibarra Parladé y Coral Reef (2000) de Rolando H. Morelli. Fueron unas ediciones totalmente artesanales, de tiradas pequeñas , pero que realizaba con sumo orgullo y tenacidad. Posteriormente, en 2001, fundó las ediciones Off Off Shores Unlimited, donde reeditó sus dos primeros poemarios betanianos en un solo tomo y con otro título: Hilos, tapices y telares (ebriedades y resacas).
Desde entonces, lo recuerdo como un asiduo y solidario betaniano a los actos que programaba nuestra editorial en Madrid (primero, en el recordado Sunset Boulevard, después en Casa de América y más recientemente en la sede de la madrileña Fundación Hispano Cubana, donde asistía religiosamente a sus actos y tertulias) y una de las últimas veces que nos vimos fue en un merecido homenaje que le tributaron a nuestro mutuo amigo, el poeta cubano José Mario (1940-2002) en la ya mencionada Casa de América, aunque también nos veíamos con mucha frecuencia en las reuniones en casa de Waldo Díaz Balart, amigo de ambos.
Pero, además de sus facetas de poeta, editor y bloguero, David fue un incesante colaborador de las revistas impresas de la diáspora cubana, como: El Gato Tuerto (San Francisco), Linden Lane Magazine (Texas), revista donde obtuvo el 2º Premio de Poesía en 1985, Sinalefa (Nueva York) y, sobre todo, la Revista Hispano Cubana (Madrid). Igualmente, aunque siempre le horrorizó pertenecer a cualquier organización, era miembro del Pen Club de Escritores Cubanos del Exilio.
En fin, esta inesperada e injusta muerte de mi amigo David me ha golpeado profundamente y con él se nos va uno de los mejores poetas cubanos surgidos en el exilio.
Últimamente, más que vernos, como hubiese sido nuestro mutuo deseo, nos llamábamos por teléfono e intercambiábamos e-mail, donde me mantenía al día de sus recientes logros literarios y me comentaba sus proyectos futuros. Por esa actividad cultural que desarrollaba, digo que su muerte fue injusta, pues le llegó justo en el momento que él estaba consiguiendo su definición mejor.
Felipe Lázaro
Escalona, octubre y 2011.