Reseña del investigador cubano Jorge Domingo Cuadriello publicada en la revista Espacio Laical (La Habana, Nº 3, 2014; págs. 64-65) del Centro Cultural Padre Félix Varela (www.espaciolaical.org).
Si a través del orden cronológico siguiéramos la lectura de los libros de poesía publicados por el también investigador literario y ensayista Jorge Luis Arcos –Conversando con un rostro nevado (1992), De los ínferos (1999), Del animal desconocido (2002) y La avidez del halcón (2003)-, al desembocar en el que encabeza estas líneas podríamos comprobar el ascendente proceso de intensidad de su discurso, la reafirmación de temas y visiones que ahora alcanzan una mayor profundidad y vehemencia. En este volumen de poemas se observa la madurez de una voz que solo se adquiere a través de los años vividos, de la reflexión acuciosa y de las lecturas que proporcionan nutrientes que enriquecen el pensamiento. El libro de las conversiones imaginarias no es un texto de tanteos y aproximaciones, de búsqueda y experimentación. Por el contrario, fue escrito desde la perspectiva del viaje de regreso, en el borde –término frecuente en sus páginas-, amasado con pérdidas y frustraciones, derrotas, y desventuras, tras un largo recorrido que incluyó páramos, légamos, naufragios, suicidios, soledades y la maldita insularidad. Todo ese largo camino lleva por último al autor a reiterar la expresión de desaliento: “No puedo sufrir más”.
Las alucinaciones, las imágenes espectrales, oníricas, equívocas, permean muchos de estos poemas, que a veces conforman una especie de espiral, no avanzan, y crean así en el lector un desasosiego emocional, una sensación opresiva (“Láminas, espejos, umbrales, ondas de agua”, “Ruinas”). Sin embargo, una mayor relevancia le concede Jorge Luis Arcos al diálogo, muchas veces bajo la forma de la insinuación, con otros poetas, en algunas ocasiones por medio de la alusión personal directa y en otros casos a través de la reproducción de algún verso. Dentro de esa extensa relación de autores encontramos a Lorenzo García Vega, José Martí, Jorge Luis Borges, José Lezama Lima, Raúl Hernández Novás, Manuel de Zequeira, Ángel Escobar, Virgilio Piñera. Una mención especial merece la pensadora malagueña María Zambrano, cuyo artículo “Sentido de la derrota”, publicado inicialmente en la revista Bohemia en 1953, revive en el verso con el cual el autor puso fin a esta obra: “solo en la derrota hay plenitud”.
El libro de las conversiones imaginarias, que cuenta con un esclarecedor prólogo de Efraín Rodríguez Santana, estremece por su fuerza desgarrante y –valga el oxímoron- por su lucidez sombría. Desde el punto de vista cuantitativo, tal vez solo sea un cuaderno de poesía más publicado por un poeta cubano más de los tantos que pueblan los más remotos parajes del mundo, en este caso San Carlos de Bariloche, en las estribaciones de los Andes Patagónicos. Allí, entre la añoranza y el frío y la desubicación geográfica, Jorge Luis Arcos, además de recordar las conversaciones con el ensayista Enrique Saínz, un viaje a las intrincadas localidades de Baracoa, marcadas por la historia patria, y las amenazas del “manotazo de plomo”, quizás evoque estos versos de Eliseo Diego que bien pudieron servir de epílogo a su libro: “Se acabaron las fiestas que solían / iluminar los hondos corredores.”